En odontopediatría, a pesar de los grandes progresos en el área preventiva, es frecuente encontrar dientes con destrucciones coronarias medianas o grandes. Las soluciones más convencionales para el reestablecimiento anátomo-funcional de estos dientes son las restauraciones con amalgama y resinas compuestas, inlays, coronas de policarbonato y coronas preformadas de acero. Todos estos materiales presentan ciertos inconvenientes, ya sea en relación con su uso o indicación.1 Para solucionar los problemas surgidos a partir de las fallas de éstos, se han propuesto cambios en las técnicas restauradoras, buscando nuevos métodos y combinaciones de materiales.2
Un gran avance en este campo se obtuvo con la introducción de la técnica de grabado ácido y con la evolución de las resinas compuestas a partir de 1962.3 Sin embargo, a pesar de la mejoría en las cualidades de las resinas compuestas, éstas todavía presentan inconvenientes relativos a su desgaste clínico, debido a su baja resistencia a la abrasión y compresión.3
Fue así que surgió hace algunos años, y actualmente se ha hecho más conocida, la reposición de fragmentos coronarios.4 Para efectuar esta técnica se requiere de un fragmento proveniente de un banco de dientes y de resinas compuestas de última generación provistas de adhesivos dentinarios, que actuarán como medio cementante entre la preparación coronaria y el fragmento.
La reposición de fragmentos heterógena es una técnica que consiste en la adaptación de una porción de un diente extraído en otro diente de la cavidad oral. En la literatura se encuentran varios relatos clínicos, principalmente relacionados con la rehabilitación de dientes permanentes anteriores.4-7
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